10 de enero de 2014

Viajera

06/12/13

Un pequeño o gran lujo, depende de cómo se mire. Me es difícil explicar porqué me hace sentir tan bien estar sentada en un café, desayunando junto a la cristalera, desde donde puedo observar la calle, la vida; especialmente si el entorno es el centro de una ciudad con encanto. A pesar de toda la modernidad, con negocios agolpándose bien alineados uno tras otro, los edificios se empeñan en conservar el sabor añejo del Madrid de antaño.
No es que me sienta bohemia o de una manera especial pero estar en sitios así siempre me ha provocado calma interna. Sin pretenderlo ni poder evitarlo. Observo la fauna de la ciudad porque a pesar de la hora, y siendo festivo, la ciudad bulle ya.


Hago tiempo...o lo deshago, lo dejo deslizarse entre mis dedos hasta que sea la hora de coger el vuelo rumbo a la tierra donde las cosas se hacen al golpito; allí donde la temperatura es benévola con sus gentes todo el año; allí donde volveré a reencontrarme con la playa, con el mar. Playa con mar bravo esta vez.