17 de diciembre de 2015

Corazas.



Hay corazas de todo tipo, tamaño y condición. Hay corazas que saltan a la vista y hay otras invisibles a los ojos. Hay corazas que las creas poco a poco, sin ser consciente de que lo serán, y no importa cuánto tiempo pases en ello, siempre te parece poco, y sigues un poquito más.
Hay corazas hechas de carne y piel. Porque piensas, ilusa, que así no podrán acercarse lo suficiente y todo resbalará, nada será capaz de atravesarla. La vida será liviana y fácil. Quizás ames menos pero acabará esa sensación de que cada persona que pase dejará la herida y marchará.

Ha pasado tiempo, mucho, con una coraza gruesa, muy gruesa, hecha de muchos kilos “de sobra” que durante tiempo creí que me protegían de más desengaños y abandonos. Craso error. No lo han hecho.
Los he sufrido, luchaba con ellos, supongo que porque una pequeña llama dentro de mí recordaba que eran algo extra y no me pertenecían. Pero me equivocaba. Ya eran una parte de mí y la vida acaba de ponerme en mi sitio, de recordarme que con ellos o sin ellos, el problema soy yo.
Excesivamente sensible, demasiado crédula, y demasiado directa. Todo en exceso, como los kilos de la coraza que me puse, pensando que así no se acercarían, permanecería escondida. Me equivoqué. Los excesos y la sinceridad a bocajarro asustan.


Una lección más. El problema es que el abismo de no saber qué hacer o dónde posicionarte, es grande.
Tendré que calzarme zapatos nuevos, una coraza diferente y pintarla de otro color para volver a sentirme segura, y volver a medir lo que muestro. Vida, caprichosa y corta vida.